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    El corazón de la ciudad es su Plaza Mayor, a partir de la cual comienzan las calles en línea recta, tal como fueron trazadas desde la fundación española de Arequipa, lo que hoy constituye el centro histórico de la ciudad.

    Nuestra Plaza Mayor ha sufrido cambios a través de la historia colonial y republicana de Arequipa. Pero lo que no ha cambiado ha sido su significado histórico, como escenario de sucesos que forman parte de la historia nacional.


    Es imposible un recuento pormenorizado de los muchos sucesos de que seguramente fue testigo nuestra Plaza Mayor. Basta mencionar que allí confluyeron la mayoría de levantamientos armados que caracterizaron la azarosa vida republicana de Arequipa. Los caudillos civiles y militares usaron ese espacio para insuflar el ánimo de la gente, y así poder garantizar el triunfo de aquello por lo que luchaban. No hay político que no haya querido medir su popularidad en ese lugar.







    Pero también la Plaza Mayor fue escenario de actos litúrgicos que escuchó la voz de consagrados oradores sagrados como Víctor Andrés Belaunde. El propio Mario Vargas Llosa que volvió a su ciudad natal en 1940, con apenas 4 años de edad, recordó en "La semilla de los sueños", el asombro que le provocó la multitud de gente reunida en la plaza principal, con motivo de la celebración del Congreso Eucarístico Mariano, coreando lemas alusivos a la Virgen María.

    Este mismo personaje, hoy Premio Nobel de Literatura 2010, comenzó y cerró su campaña política en 1990, en la Plaza Mayor de Arequipa, cuando postuló a las elecciones presidenciales de ese año. Muchos de nosotros lo vieron entonces encima de un enorme tabladillo revestido con los colores del Perú, acompañado de los líderes históricos Fernando Belaunde Terry y Luis Bedoya Reyes. Por allí también transitaron el general Juan Velasco Alvarado, durante la época del gobierno militar, y el doctor José Luis Bustamante y Rivero, cuando postuló a la presidencia del país en 1945 y luego que regresó de su exilio en 1956.


    La plaza fue escenario de la gesta de junio del 2002 y de la rebelión de junio de 1950. Aquella vez el caudillo Francisco Mostajo convocó a un cabildo abierto para constituir una Junta de Gobierno Local que él presidió durante los días de levantamiento popular. El movimiento fue resultado de la reacción espontánea del pueblo arequipeño contra el abuso de autoridad que protagonizó el prefecto Meza Cuadra en perjuicio de los estudiantes de la Independencia.


    La intervención de destacados profesionales del medio local dio forma a la rebelión espontánea del pueblo. La idea, sin embargo, no fue protagonizar una rebelión contra el gobierno, sino más bien impedir que siguiera el enfrentamiento entre el ejército y el pueblo. Fue, por eso, que no tuvo una motivación política. Se opuso, por el contrario, al aprovechamiento político del movimiento.



    Con ese fin se acreditó un grupo de personas que portando bandera blanca debían conversar con la autoridad militar de la plaza. Javier de Belaunde, Arturo Villegas, Amoldo Guillén y Carlos Bellido, quien se sumó espontáneamente al grupo, formaron parte del "parlamento trágico", como lo llamó en Inspirado poema el caudillo Francisco Mostajo. En cumplimiento de su misión cayó el joven abogado Arturo Villegas. Fueron heridos Javier de Belaunde y Carlos Bellido, éste último con un disparo de necesidad mortal. Hasta la fecha se conserva la placa en el lugar donde cayeron abatidos los parlamentarios entre los pedestales de la esquina de la plaza que mira hacia la Iglesia de Ia Compañía.







    La misma plaza fue escenario en 1955 del movimiento cívico que luchó para garantizar elecciones libres en 1956. En el mes de diciembre de ese año, frente catedral hicieron uso de la palabra Javier de Belaunde, Mario Polar, Julio Ernesto Portugal, Enrique Chirinos Soto, Jorge Bolaños y otros dirigentes contrarios al  gobierno autoritario del general Odría. Según Javier de Belaunde, el impacto lo político del movimiento cívico de 1955 fue de mayor importancia con  relación a junio de 1950.
    E n la pontezuela el tribuno Francisco Mostajo se dirigió al pueblo para reivindicar a sus derechos y hacerse intérprete de sus necesidades. Mostajo convirtió a la  pontezuela en improvisada tribuna popular. Así lo recuerda una placa ubicada en el arco lateral derecho de la Catedral.
     También fue llamada Plaza de Armas, porque allí se realizaron los desfiles cívicos y militares de la ciudad. En el siglo XIX, los portales alrededor de
    La plaza lucían un solo piso. El mercado de abastos funcionaba allí mismo. Y en ese mismo lugar fue fusilado el general Felipe Santiago Salaverry, el 18 de febrero de 1836, luego de ser derrotado por el general Santa Cruz en la batalla de Socabaya. A continuación fue juzgado sumariamente por un Consejo de Guerra que lo condenó a la pena capital. La sentencia se ejecutó en la Plaza de Armas de Arequipa. A su lado murieron varios de sus lugartenientes. Sus biógrafos han recordado para la posteridad que sus últimas palabras fueron: "La ley me ampara". Posiblemente en alusión a la primera descarga de fusilería fallida. El momento que entonces se vivió fue de mucho dramatismo.


    Arturo Villegas en su libro "Un decenio de la historia de Arequipa, 1830 - 1840" se ocupa de los últimos instantes en la vida de Salaverry, a quien calificó de "defensor enconado de la auténtica nacionalidad". Cuenta Villegas que "los asientos fueron colocados desde la Pila hacia el portal de Flores, dando la espalda a la Catedral". Salaverry fue conducido desde su temporal prisión en el actual Club de Arequipa hasta el lugar indicado por Villegas. Fue entonces que los tiradores dispararon. Cayeron todos, dice Villegas, menos Salaverry "que se paró y corrió algunos pasos detrás de la silleta y volvió hacer señal con la mano para que no le tirasen, diciendo con voz gruesa: 'La ley me ampara'. Descargaron sin embargo los soldados y cayó muerto". Solo entonces fue posible establecer el proyecto de la Confederación Perú - boliviana..


    Igual suerte corrió el general venezolano Trinidad Moran, quien fue fusilado en la Plaza de Armas por orden de Domingo Elias. Era el año de 1854. El entonces presidente constitucional José Rufino Echenique se vio envuelto en un grave escándalo de corrupción que originó el levantamiento armado del general Ramón Castilla. El escenario de la guerra civil fue nuevamente Arequipa. Morán fue defensor del orden constitucional y Elias partidario de la revolución "moralizadora" abanderada por Castilla. Al final Morán fue derrotado y reducido a prisión en la Quinta de Landázuri (hoy desaparecida, en el acceso a Selva Alegre). Desde allí fue llevado a la Plaza de Armas para ser fusilado, a pesar de los ruegos y suplicas de varios elementos representativos de la sociedad arequipeña. Su paso por la calle que lleva su nombre, a un costado del teatro, donde vivía su familia, tuvo caracteres dramáticos.

    Rodean a la plaza tres portales cuyos nombres son los siguientes: Portal de San Agustín, Portal de la Municipalidad y Portal de Flores. El primero en referencia a la Universidad Nacional de San Agustín, fundada el 11 de noviembre de 1828, y que funcionó en la calle del mismo nombre. El segundo lugar porque allí funcionó el local del cabildo, ayuntamiento o municipio desde la época de la Colonia. En tanto que el Portal de Flores lleva ese nombre en recuerdo del Alférez Real Juan Flores del Campo, fundador de Camaná, cuyo solar quedaba precisamente frente a la Iglesia de la Compañía en Arequipa.

    Claro que no siempre tuvieron el mismo nombre. Juan Guillermo Carpió Muñoz refiriéndose al tema señala que antiguamente el Portal de Flores se llamó del Regocijo, porque allí tenían lugar las actuaciones y celebraciones públicas, mientras que al frente, en el Portal de San Agustín, antes llamado de las Delicias, se ubicaban las vivanderas, pasteleros y vendedores de colaciones y golosinas. El Portal de la Municipalidad también recibió el nombre de la cárcel, porque hizo las veces de local de prisión de la ciudad.

    La catedral es igualmente otro icono de la ciudad de Arequipa. Su historia atraviesa por varios periodos marcados por incendios y terremotos que fueron mejorando su construcción. Allí pontificaron por más de tres siglos las autoridades eclesiásticas de la ciudad. Hasta antes del terremoto de 1868 los famosos cajoncitos se ubicaron frente a la Catedral. En una de las tiendas pertenecientes a su fábrica vivió el célebre cura arequipeño Mariano José de Arce, quien en la modesta ventana de su vivienda colocó un cartel que decía: "¡Viva la patria!", justo en el momento en que los hermanos Angulo y Pumacahua proclamaron la rebelión en el Cusco contra los realistas en 1814.



    Otro personaje de leyenda que se ubica en el centro de la plaza es el "Tu-turutu", testigo de excepción de parte importante de nuestra historia contemporánea y moderna. Su ubicación privilegiada ha hecho que sea motivo de historias y leyendas acerca de su origen. Lo cierto es que este personaje sigue allí en su atalaya anunciándonos la proximidad de nuevas y decisivas páginas en la historia local.





    La Catedral de Arequipa


    El principal templo de Arequipa, es su Catedral, aunque su factura actual corresponde a la época colonial, con algunas adiciones, supresiones y modificaciones, pero que en lo sustancial mantiene la estructura que el albañil Andrés de Espinoza empezó a construir en 1621.


    Desde el momento mismo de la fundación española de Arequipa, el 15 agosto de 1540, se estableció la ubicación de la iglesia matriz de la futura ciudad. Al poco tiempo, como sostiene el historiador arequipeño Guillermo Galdos Rodríguez, se comenzó a emplear el sillar en la construcción de algunos edificios, como la primitiva Iglesia Mayor de Arequipa.

    En efecto, el cabildo contrató con el alarife Pedro Godínez la construcción de la iglesia y la portada de la misma fue encomendada al maestro cantero Toribio de Alcaraz, quien contaba con magníficos picapedreros nativos del Tahuantinsuyo.

    La obra fue mejorada con la construcción de la capilla de la iglesia, a cargo del famoso arquitecto Gaspar Báez, quien también construyó el puente real o puente viejo, hoy llamado Bolognesi.

    Un fenómeno natural, sin embargo, acabó con la primitiva iglesia de la ciudad. Se trató del terremoto del 22 de enero de 1582. Los cimientos de la primitiva iglesia construida en 1544, sirvieron de base a las ocho pilastras que dividían la nave central de las laterales. El encargado de esta nueva obra fue el albañil Andrés de Espinoza. Su contrato fue firmado el 27 de enero de 1621, cuando era obispo Pedro de Perea. En una de las cláusulas se estipuló la construcción de otra torre al lado de la calle Santa Catalina. Hasta entonces la iglesia solo contaba con una torre que estaba situada hacia la calle Mercaderes. El detalle del contrato consideró incluso los materiales de construcción: argamasa de cal y arena, bóveda de ladrillo, etc.


    Su diseño y construcción fue muy importante, "por el hecho de que este edificio de la Catedral que construyó el albañil don Andrés Espinoza, básicamente es el que perdura, hasta nuestros días; con algunas adiciones, supresiones y modificaciones, en fin, pero sus estructuras siguen luciéndose a los ojos del admirador de este edificio extraordinario", afirma Galdos Rodríguez.


    Sin embargo, falleció Espinoza y quedó temporalmente paralizada la obra, también por falta de presupuesto. Años después fue reemplazado por el arquitecto Juan de Aldana, a quien el obispo Gaspar de Villarroel contrató el 13 de febrero de 1653. En realidad, continuó y terminó la obra iniciada por Espinoza en 1621. Tan es así que a los tres años quedaba totalmente concluido el edificio.


    Un siglo después, el obispo Juan de Cavero y Toledo hizo construir la iglesia de San Juan, junto a la Catedral de Arequipa. Pero el posterior sismo de 1784 destruyó bastante el templo de San Juan y hubo necesidad de eclesiásticamente suprimirlo.

    Fue a raíz del incendio de 1844 que se echó la pared que separaba la Catedral con la iglesia de San Juan y en su reemplazo se añadieron cuatro pilastras, para que soportaran el techo de la bóveda de ladrillo. La obra de reconstrucción estuvo a cargo del arquitecto Lucas Poblete, el mismo que intervino en la reconstrucción de la Catedral, después del terremoto de 1868.


    En opinión de Galdos Rodríguez, "no se hizo la construcción de un nuevo templo, como algunos han supuesto incorrectamente, sino reparaciones de lo dañado en el terremoto de 1868".
    Se destruyeron, por ejemplo, las torres de la Catedral y un frontón triangular, consistente en un cuadro de la Asunción.

    La construcción de las torres recién comenzó el año de 1872, y estuvo a cargo del arquitecto Lucas Poblete. Pero no se pudieron concluir, debido a la falta de fondos.
    A fines de 1897 empezaron nuevamente las obras de construcción de las torres de la Catedral. Al efecto, el arquitecto Juan Agustín Rodríguez Prado firmó el contrato para ejecutar la importante obra el Io de setiembre de 1897.

    En aquella ocasión "El Deber" informó lo siguiente: "Hoy ha celebrado sesión la Junta reconstructora de la Catedral, bajo la presidencia del señor prefecto". Fue entonces que se "aprobó el contrato celebrado con don Juan Rodríguez para la terminación de las torres, conforme al diseño que presentó el notable arquitecto jesuita, hermano Morales, que estuvo hace poco de paso por esta ciudad, y que ha dirigido la reconstrucción de la Matriz de Lima".


    La información periodística sigue diciendo lo siguiente: "Dicho diseño ha sufrido algunas pequeñas modificaciones por parte de la comisión nombrada con ese objeto y que la componen los señores Eduardo L. de Romaña, Santiago Vargas y Bal tazar J. Zapater".
    Y agregó: "Se empleará en dichas torres, como material preferente, hormigón, rieles y planchas de zinc".

    Concluyó la nota con satisfacción diciendo: "Nuestra Catedral quedará esbelta, dentro de poco tiempo".
    En dicho contrato suscrito con la Junta encargada de llevar adelante la obra, el arquitecto Juan A. Rodríguez se comprometió a ejecutarla en el término de seis meses. Y señaló que si esta no fuese concluida en el tiempo señalado a la fecha establecida, abonaría una multa de diez soles por cada día de retardo.


    Pasó luego a enumerarse en las demás cláusulas, los pormenores de la construcción y material a emplearse. Así, por ejemplo, la cláusula cinco decía: "El material empleado en esta obra será hormigón del más resistente y apropiado al género de la construcción sobre armazón de rieles sólidamente dispuesto (...)".
    Trató luego detalladamente sobre trabajos específicos, como las ligaduras de los rieles, el remate de las torres (con planchas de zinc), espesor de las columnas, molduras, final de las torres, etc.
    La obra de construcción de las torres costó 6 mil soles. Señaló el contrato un anticipo de mil 500 soles y 500 soles a los 45 días de comenzada la obra y el resto en armadas de 500 soles cada quince días.


    Suscribieron el contrato Alejandro López de Romaña, entonces prefecto de Arequipa, y el arquitecto Juan A. Rodríguez. Las torres de la Catedral y su remate se terminaron en 1901.

    Desde entonces se mantuvieron intactas. Inclusive soportaron los terremotos de 1958 y 1960. Es tan solo con el terremoto del 23 de junio del 2001 que las torres de la Catedral se derrumbaron, una más que la otra. Siendo reconstruidas, gracias a un crédito internacional, durante la gestión municipal del doctor Juan Manuel Guillén Benavides. Además de los pórticos de la Catedral de Arequipa. Se llegaron a realizar 599 piezas de sillar solo para los pórticos y 3551 piezas para las dos torres.

    En la Catedral se oyeron las voces de los obispos Pedro de Perea, Gas-par de Villarroel, Manuel Abad Illana, José Sebastián de Goyeneche y Barreda, Bartolomé Herrera, Juan Ambrosio Huerta, Manuel Segundo Bailón Manrique y Mariano Holguín, entre otros oradores sagrados, como el Dean Juan Gualberto Valdivia. En su interior hasta hoy se conserva el cementerio que guarda los restos de las principales autoridades eclesiásticas de Arequipa.

    FUENTES:
    Guillermo GALDOS RODRÍGUEZ. La Catedral de Arequipa. Archivo Departamental de Arequipa, 1986.

    Mario Rommel y Demmber Alonso ARCE ESPINOZA. La reconstrucción de la Catedral. En: Ingeniería en Arequipa. Revista del Colegio de In-genieros del Perú - Consejo Departamental Arequipa. Año Vil, N° 12, enero 2003.


    Cronología de la Catedral